«Prohibir un libro no es solo quitarlo de una estantería: es silenciar voces, negar debates y mutilar el pensamiento.»
Una novela sobre el papel de las librerías durante los últimos días de la dictadura de Franco y sobre la literatura como motor de cambio personal y social.
Venimos del fuego es una historia de diversidad y lucha, donde los libros son refugio y un arma poderosa para transformar el mundo.
SINOPSIS
Madrid, 1975. La dictadura de Franco está en sus últimos días y en las calles la tensión resulta difícil de contener. Durante una manifestación estudiantil, la librería de Alma es atacada y consumida por las llamas.
Confundida con una manifestante, Alma es detenida por Juárez, un policía al servicio de la maquinaria represora del régimen. En su camino se cruzará con Alejandro y Alicia, estudiantes rebeldes, y se les unirán Mario, un fotógrafo internacional que documenta el final del franquismo, y Nando y Luisa, libreros de mundos opuestos pero unidos por un mismo deseo de justicia y libertad. En un país cargado de incerti-dumbre, donde el cambio parece inevitable, este grupo de amigos sellará uno de esos compromisos que solo pueden forjarse en los momentos más oscuros.
SERGIO BANG, LIBRERO Y AUTOR, SOBRE LA CENSURA EN 2025
En los últimos años, en Estados Unidos, la censura de libros en bibliotecas y escuelas ha crecido con un entusiasmo preocupante. Poco a poco han ido desapareciendo, ocultando o prohibiendo las obras de autores y autoras que abordan, entre otras cosas, la identidad la diversidad o la memoria histórica con la excusa paternalista de tutelar a sus ciudadanos. Pero, en realidad, lo que sucede es que se les priva de herramientas para comprender el mundo, el lugar que ocupan en él y entender quiénes son los demás y generar empatía
Como librero en un país que sufrió el ocaso del pensamiento crítico durante los 40 años de la dictadura de Franco -con el retraso social, cultural y científico que tantas décadas nos ha costado remontar-, veo con temor esta ola de prohibiciones promovida por unos dirigentes cada vez más empoderados en la barbarie.
Es una estrategia deliberada para moldear ciudadanos ignorantes. Se borran aquellos libros que cuestionan lo establecido, que confrontan el pasado salvaje o ponen en duda la diversidad del ser humano, porque un pueblo que ignora sus opciones es más fácil de gobernar.
Venimos del fuego se desarrolla en un momento en el que la censura en España ya había cumplido su objetivo: libreros y libreras perseguidos, libros prohibidos, librerías atacadas y un país atolondrado en el que surgió la resistencia valerosa de quienes defendieron la cultura como forma de cambiar el mundo.
Si despojas a las nuevas generaciones de relatos que permiten otros horizontes, les adormeces, les arrebatas la posibilidad de imaginar un mundo diferente en el que se pueda decidir cómo vivir más allá de los límites impuestos por el poder.
Prohibir un libro no es solo quitarlo de una estantería: es silenciar voces, negar debates y mutilar el pensamiento. Pero, no lo olvidemos, que también es el origen de una resistencia. Ciudadanos que defenderán el derecho a formarse y transformar el mundo a través de los libros, oponiéndose con todas sus fuerzas a quienes los prefieren dóciles y estúpidos.
LOS TEMAS DE LA NOVELA
La problemática trans antes de la Transición: Representado en el personaje de Alma, que ha heredado la librería familiar y la ha convertido en un refugio de libros prohibidos por la censura. Su padre, un alto cargo del ejército, la repudia por ser transexual. A pesar de la dictadura, Alma arriesga su vida para proteger el conocimiento y luchar por la libertad.
La búsqueda de la identidad como forma de libertad: Representado en el personaje de Mario, que ha huido de los prejuicios de su familia, a la que oculta su sexualidad.
Llega a España para trabajar y ser él mismo, pese a tener que esconderse del régimen.
La protesta estudiantil en esos meses convulsos: Representada en el personaje de Alejandro, universitario rebelde, es detenido en la protesta estudiantil en la que se quema la librería de Alma. Los dos coinciden en el calabozo, más adelante volverán a encontrarse y su camino no volverá a separarse.
La literatura que todavía se considera prohibida y cómo se distribuye al final de la dictadura: Representado en los personajes de Luisa y Nando, libreros, ellos también atesoran literatura prohibida en sus librerías, convirtiéndolas en rincones de resistencia para la libertad y la diversidad. Serán un gran apoyo para Alma.
EXTRACTOS DE LA OBRA
«Las llamas rugían desde el interior del local hasta los libros infantiles de la entrada, repletos de personajes risueños que se transformaban en un colorido infierno, donde la tinta se derretía sobre las caritas de Pippi Calzaslargas y del pato Donald hasta convertirlos en monstruos renegridos. A través de las lágrimas, Alma también distinguió cómo El Quijote y El pabellón de oro ardían con la misma intensidad en la estantería de los clásicos, ambos títulos convertidos en una pira funeraria donde se incineraban aquellas vidas tocadas por la locura. También las colecciones de Austral, con los fantasmas de Bécquer o los príncipes de Shakespeare.
Entonces, Alma se preguntó si también estarían ardiendo los libros prohibidos que guardaba en el armario de metal del almacén, las ediciones ocultas donde Alberti, Marx, Sade, Wilde o Byron que reposaban con las portadas falsas a las que Alma les dedicaba muchas tardes de trabajo. Con las tijeras y el pegamento, quitaba las cubiertas originales que venían desde de México o Buenos Aires y las sustituía por las del Catecismo Escolar o de alguna novelita chusca de uno de esos escritores afines a la dictadura, que nunca levantaban sospechas.»
«Ya no era lo mismo, es verdad, los libros prohibidos eran menos prohibidos porque Fraga, el ministro aperturista, había logrado que la autocensura funcionase mucho mejor que la censura. A nadie se le escapaba que la Ley de Prensa e Imprenta había sido diseñada para dar apariencia de libertad, pero en realidad las restricciones eran tan ambiguas que permitían al Gobierno controlar cualquier publicación. Alma, amiga de decenas de editores, conocía el temor a que cualquier desliz pudiese llevarlos a la retirada de sus libros, lo que podía suponer la ruina. Así que se autocensuraban borrando cualquier rastro de crítica al régimen o evitando temas considerados inmorales o subversivos. La dictadura había logrado que el silencio se convirtiera en el tema más común, donde la libertad genuina apenas apareciera, oculta por la complicidad involuntaria de aquellos que habían aprendido a callar en su afán por sobrevivir.»
«Le colocaba bien la ropa y la cubría paternalmente mientras le rascaba la piel de la garganta, para luego bajar al pecho. «¿Y todo esto es tuyo?», y le pellizcaba con fuerza el pezón. «Lo que te habrá costado…», decía sin aguantarle la mirada. Luego la zarandeaba y cara a cara, recreándose en el pelo revuelto sobre el rostro de Alma, le apartaba los mechones con el dedo meñique, con su uña larga y amarilla, sin decir palabra.»
«-Esto es más complicado de lo que parece. Tu librería, tu presencia en esa manifestación, lo que eres… Todo ha sido un desencadenante, pero la realidad es que… —Hizo una pausa, como si sopesara las palabras—. La realidad es que han visto tu enfermedad como una provocación.
—¿Mi enfermedad?
-Escúchame. Ha sido una cagada, pero debes dejarlo aquí. —Con cierto reparo, Alfonso sacó un pañuelo de la chaqueta y se lo ofreció a Alma, que lo cogió y se lo llevó a la cara.
El pañuelo limpio, perfectamente lavado y planchado, olía a jabón de Marsella.»
«Alma había visto a escritores e intelectuales llegados de toda España en, por ejemplo, el Café Gijón, ante sus mesas de mármol, chuzados a alcohol e inspirándose ante los ventanales de Recoletos; o a poetas y escritores, con bien de cafeína y nostalgia, garabatear versos en una servilleta de algún café de Goya o Velázquez.»
«La noticia del incendio había volado entre la comunidad de libreros. Los comerciales de las editoriales, nexo de toda la cadena del libro, habían dado la noticia poco después de suceder. Desde entonces, el teléfono de Alma había sonado sin cesar. Libreros de todos los rincones de España se pusieron en contacto para ofrecer su apoyo. Valentín, de la librería Cervantes en Alcalá de Henares, prometió un lote de libros para mitigar las pérdidas; Marta, de la librería Maleza en Malasaña, ofreció limpiar y recoger el espacio. Las editoriales se sumaron al esfuerzo: Anagrama prometió enviar una remesa de sus títulos más vendidos, y Lumen ofreció una colección de novedades.»
SERGIO BANG (Madrid, 1976) es librero y gestor cultural. Durante más de una década trabajó en el sector de la comunicación institucional, pero su amor por los libros y el arte lo llevó a emprender un nuevo camino. Desde 2014 dirige Grant Librería, un espacio literario situado en el corazón de Madrid, y Swinton Gallery, una galería de arte centrada en nuevas formas de expresión artística. Su trayectoria refleja su habilidad para percibir lo asombroso y su deseo de crear ámbitos que conecten a las personas con la cultura.
