En su remota mansión de los Pirineos, los Watson se preparan para celebrar las fiestas navideñas como una familia cualquiera: reencuentros esperados, mucha comida y bebida y la firme promesa de no hablar de política. Pero los Watson no son una familia cualquiera, ya que entre sus miembros se encuentran los tres inspectores de policía más reconocidos del país: Richard Watson, patriarca y sabueso a la antigua usanza; Eugenio Watson, su hijo, obsesionado con el análisis exhaustivo y científico de la escena del crimen, y Florencia Watson, su peculiar y perspicaz nieta.
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Entre el mejor cozycrime y la novela policiaca clásica, la ópera prima de los hermanos Navarro es una carta de amor al genero, un homenaje irresistible a Agatha Christie, Conan Doyle, Hammett y Chandler. Un misterio envolvente cargado de intriga, sorpresas, muertes impredecibles, sospechosos imposibles y unos protagonistas carismáticos atrapados en un escenario aislado en el que el lector se convertirá en un detective más.
La verdad es que es muy divertido ver a tres generaciones de detectives, los de la antigua escuela, los Boomers y la nueva generación tecnológica.
Lo que empieza siendo un cozzy crime, bajo la fachada, hay mucho humor, un poco de mala leche, y choque generacional tan real como presente en cada familia
Lo que pasa, es que se me hizo un pelín largo, como que estiraron demasiado la trama y dan demasiadas vueltas, en las inseguridades de cada uno de los detectives, precisamente por sus años, por ser demasiado mayor, por ser un Boomer, o por ser tan joven.
Si se rasca un poco, se ve la capa seria que hay en cada una de las personalidades protagonistas, sus miedos, afrentar, dudas, afrontar la edad madura, asumir la edad y la condición física, así como la vista por los diferentes personajes a través de los ojos de los demás.
Realmente podría ser una divertida, obra de teatro, que sucede todo en un único espacio y sería muy divertido que se pudiera llevar a cabo.